Censor se desarrolla en los ochentas, una época en que los videos de formato casero prosperaron gracias a dos géneros que encontraron su nicho para filmar rápido producciones baratas y sacar ganancias, la pornografía y el terror. La película trata sobre Enid, que trabaja en una empresa encargada de ver dichas películas de terror previas a distribuirse en el mercado para editarlas y eliminar lo que es demasiado explícito y fuerte para el público inglés.
Enid es percibida como muy íntegra e inquebrantable ante sus compañeros, es la más estricta al decidir qué escenas se eliminan y si la película se autoriza (esto porque el gobierno distribuía ya el injustificado mensaje que persiste hasta nuestros días y usa al género como el chivo expiatorio, ver muchos de estos filmes te vuelve un criminal). A pesar de su imagen intachable, Enid está marcada por un evento del pasado, la desaparición de su hermana, de la cual ella es la única testigo y que para su desgracia, sus recuerdos se encuentran difusos, causando que mantenga la esperanza, convencida de que su hermana sigue viva, contrario a lo que sus padres creen.
Conforme la trama avanza, Enid es encargada con ver y editar una película de un director poco conocido, donde un par de mujeres entran a una cabaña, lo cual sacude sus pensamientos, sin entender por qué. La situación empeora cuando descubre que en las películas de este director, hay una mujer que le recuerda a su hermana y empieza a indagar al respecto.
La película es clasificada por algunos como demasiado artística, y que "no pasa nada", esto se debe a que Censor dedica su historia a construir varias capas que al inicio parecen inconexas, y que incluso después del final, pareciera que siguen sueltas, pero tras recapitular adquieren sentido y se integran como una pieza más que consolida la historia y su mensaje.
Sin embargo, la relevante de Censor está en el recurso de narrar en primera persona. Tal vez no alcancemos a empatizar del todo con Enid por su forma de ser, pero sí veremos todo desde su perspectiva, de tal modo que cuando llegamos al final, es posible sentir éste como apresurado... Pero no es así, entre los diálogos y los sucesos se filtra la razón, ese bicho abrumado por lo subjetivo que algunos retiramos mediante aspavientos para evitar verlo y reconocer su existencia, pero que mientras más lo alejemos, más cómodos nos sentimos. Aquí radica la clave para disfrutar la historia en su esplendor y explorar la mente de una protagonista que se niega a crear vínculos con sus allegados, encerrándose en una cárcel repleta de insecticida, donde el bicho jamás llegará.
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