En el futuro, la humanidad ha perdido su dominio sobre la Tierra, viviendo refugiados en El Faro, una construcción aérea que se administra bajo rígidas reglas que suprimen la libertad y los sentimientos, reglas que se suponen permitirán sobrevivir y mantener un ecosistema balanceado en las alturas, alejados de unos parajes repletos de criaturas letales que no dudarán un instante en acabar con cualquier humano que deambule desprotegido.
Spirit cage Incarnation plantea una distopía desoladora, donde la sociedad castiga con la muerte a quien se atreva a desafiar el orden que asegura la pervivencia de nuestra raza. Los humanos viven divididos, un grupo es restringido con comidas precarias, tiene prohibido reproducirse y acceder a los mejores trabajos, las peores condiciones de vida están reservadas para ellos; el otro sector tiene mejores empleos, alimentos excelsos, un servicio médico con toda la tecnología disponible, instalaciones cómodas y la ¿ventaja? de reproducirse. En el Faro hay una constante que aplica para cualquiera de las dos poblaciones a la que uno pertenezca, los sentimientos están prohibidos, padre, madre, hijo, pareja, todo lo referente a la familia y los sentimientos es una violación al orden, porque complica el estructurado e inflexible status quo; esto lleva a la reproducción, donde el grupo privilegiado lo lleva a cabo como si fueran piezas de un tablero, empatando al hombre y la mujer con mejores genes para ser asignados a una fría ceremonia donde portarán máscaras y concebirán al futuro ciudadano, y cuando éste nazca, se desprenderá de su madre desde el primer día para que no existan ataduras emocionales... Pero esto no asegura su vida acomodada, si los genes no son los indicados, serán relegados al grupo de desamparados y esclavos, o morirán. Sumémosle a esta cosmovisón que, cuando ya eres mayor de edad y no puedes producir, te vuelves una carga que será expulsada hacia el exterior, para morir bajo las garras de las bestias sedientas de nuevas almas, pero claro, dicha expulsión también es envestida como un ritual solemne, para lavarle el cerebro al individuo que no cuestiona.
Esto es solo una muestra de a lo que la sociedad llega cuando el azaroso mundo se vuelve una amenaza y se nos exige producir dinero y consumir, se pierde la brújula e introducimos una serie exagerada de instrucciones para mantener el orden dentro del atemorizante caos, volviéndonos unos autómatas que dependen de la rutina y las reglas para rendirle al sistema mientras nuestro cuerpo sea útil, porque eso se vuelve el humano en Spirit cage, un robot que si no sirve para producir o no tiene los recursos para mantenerse, es desechado.
Dentro de este ecosistema tenemos la historia de Mark, el capitán de los exploradores (la historia no oculta las influencias de Shingeki no Kyojin, pero no es una calca, tiene identidad propia), quien es reconocido como un héroe que baja a sortear los peligros del mundo entre las salvajes criaturas para conseguir recursos que permitan al Faro operar más tiempo. Mark es candidato a ser el siguiente alcalde por todos sus logros, lo que causa enemistad con el sector religioso, que busca el poder. Ran Bing, la mano derecha de Mark en las peligrosas exploraciones, le demuestra a su capitán los sentimientos prohibidos que tiene por él, despertando en el líder una sensación reprimida que desatará acontecimientos que afectarán al Faro en todas sus esferas.
Algo imperdible de la serie y que la distingue de muchas, es cómo juega con las expectativas. Después de ver muchas historias distópicas, estamos acostumbrados a que ciertas pautas se cumplan, pero Spirit cage tiende a ignorarlas y nos saca de la zona narrativa de confort. Hay un buen balance entre lo que esperamos de un mundo como éste y los momentos en que se deconstruye para lanzarnos algo que nos hace cuestionarnos qué sigue en el guion. Esto es particularmente muy marcado en la segunda mitad, cuando cualquier idea preconcebida es derrumbada de un mazazo para llenarnos de incertidumbre e interés.
Ling Long Incarnation (su título original) ha sido confirmada para una segunda temporada, pero la primera cierra su saga de modo épico y satisfactorio, dejando ganas de ver qué tienen preparado para lo demás. Es cierto que ha pasado desapercibida porque el donghua (animación china) no tiene el mismo alcance que el anime, pero en sentido narrativo, no tiene nada que envidiarle a las mejores producciones japonesas. Tal vez existan quejas respecto a la tecnología de animación, pero si uno no se obsesiona con esto y goza de una buena distopía que nos advierte hacia dónde vamos si nos descuidamos, entonces los 16 episodios de Spirit cage, una trepidante mezcla de ciencia ficción y terror, son una buena opción para ver.
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