Inteligencias artificiales (IA) y robots son usados para explorar qué nos hace humanos, y Vivy: Flourite eye's song no es la excepción. Para hacerlo emplea una guerra latente, donde las IA se rebelarán contra sus creadores para imponerse como la raza superior que gobernará el mundo. Para evitar esto, un científico enviará a otra IA 100 años al pasado con los registros de los eventos que fueron paliando el camino para que se desencadene la catástrofe. La compañera elegida del pasado para cambiar la historia no será especializada en combate, sino otra IA que tiene como única finalidad hacer feliz al mundo con sus canciones, y cuyo público es prácticamente nulo en sus presentaciones.
Este dueto inusual que luchará por mejorar el destino del mundo, deberán arreglar sus diferencias, ya que Matsumoto, la IA del futuro, se rige por las reglas y los cálculos para solucionar las cosas, en tanto Vivy, la IA cantante, es impredecible, rebelde y por su programación de querer encontrar qué significa hacer las cosas de corazón, muestra un lado más humano que colisionará con las órdenes de su compañero. El propósito detrás de los eventos que modificarán, es que las IA no cobren la relevancia que gradualmente les otorgará derechos que las pongan a la misma altura que un humano, pero en el camino irán encontrando varias situaciones para reflexionar sobre esto, como si es posible una boda entre humanos e IA y si sus sentimientos pueden ir más allá de su programación, si las IA son capaces de crear arte y apreciar con otros ojos la realidad tangible, si tienen crisis existenciales al perder o no cumplir su objetivo, y si llegarían a suicidarse como consecuencia, entre otras.
En sus escasos 13 episodios, la serie desarrolla todo esto, dando saltos entre varios años de un evento a otro y mostrando cómo Vivy va atravesando estas épocas (dejando en nuestro lado completar fragmentos que ocurren fuera de cámara), sufriendo pérdidas que la harán cuestionar la vida pero la acercarán a su objetivo, conocer el corazón. Por otro lado, Matsumoto deberá desprenderse de su rigurosidad y entender que la recompensa puede venir con el riesgo. Al tener la serie estos saltos, su desarrollo no se da con una gran narrativa, sino a través de mini sagas de 2 o 3 episodios, teniendo cada una IA o humanos que se dedicarán a ayudar o complicar los objetivos de los protagonistas.
A pesar de que las IA no entran de lleno en nuestra realidad, es cierto que muchos teóricos ya consideran los dilemas éticos que traerán conforme más se aproximen al comportamiento humano, y así como ha sucedido en el pasado, la ciencia ficción se adelanta al usar estas problemáticas como parte de su narrativa. Y si no quiere verse por el lado tecnológico, otro modo de usar a las IA y robots en estas historias, Vivy incluida, es como una analogía de la otredad, es decir, personas ajenas a nuestras comunidades con comportamientos diferentes que pueden resultarnos extraños u ofensivos, tildándolos de salvajes, invasores, robots, etcétera. Como puede apreciarse, Vivy: Fluorite Eye’s Song tiene más de una capa para analizarse.
La serie fluctúa con naturalidad entre el drama y escenas de acción bien orquestadas que no retroceden en la violencia y la sangre cuando la situación o la historia lo requieren. A esto le acompaña una banda sonora espectacular que acentúa los momentos (basta con escuchar la canción del intro Sing my pleasure), un final digno de lo que nos cuenta, y una animación de alta calidad, el sello característico de estudio WIT, que una vez más entrega una joya que, aunque no ha acaparado la atención como otros animes, es sin duda una obra que vale la pena ver.
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