No se necesita creer en el diablo para que éste te lastime. Ésa es la premisa que mueve The dark and the wicked, una historia que aborda cómo una persona es abandonada por sus allegados al volverse incapaz de valerse por sí misma, causando una vorágine de sentimientos encontrados que si son reprimidos y no son tomados en serio, despiertan sensaciones de culpa y rechazo que nos carcomen inmisericordes hasta tomar control de nuestras vidas.
Tomar el concepto de diablo como literal sería un error aquí, el demonio está para mostrar cómo huimos de quienes nos necesitan ante la adversidad, para que luego ese escape termine cobrando factura como menos lo esperamos. E incluso si permanecemos a lado del afectado y creemos que nunca hacemos suficiente por éste, también tendremos un demonio que nos dañará sin dudarlo.
El tema es muy complejo y hay que considerar que una película de este rubro no es un tratado sobre el caos interno que se vive en esta situación, pero sí un fragmento que nos da un importante mensaje sobre cómo nos deterioramos si no atendemos nuestra salud mental. La historia transcurre en una escasa semana e hiperboliza los eventos para tratar de mostrarnos lo que en realidad se vive a través de meses o años
La película va sobre una granja donde la madre, ansiosa y harta del cuidado de su convaleciente esposo, recibe la visita de sus hijos Louise y Michael, pero más que para prestar ayuda, será para ser engullidos por un vórtice de eventos sobrenaturales que acechan la casa.
El ritmo es lento y a pesar de que hay el clásico susto repentino, no se exagera en su empleo. Hay quienes reclaman que los espectros son pasivos y no atacan, pero este ángulo es porque los fantasmas están ahí para mostrarnos lo que enfrentaremos si permanecemos hasta el último momento, y quien toma la decisión ante esta adversidad es uno mismo, uno mismo es quien decide escapar en vano de los demonios.
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