Possessor destaca desde el inicio por su cuidada estética y la violencia extrema, que a pesar de ser explícita, son pocas las veces que se regodea en ella y opta por usar la edición y un abrumador audio para incomodarnos.
La trama gira en torno a Tasya Vos, una asesina que mediante tecnología se apodera de los cuerpos de personas para cometer crímenes. La posesión reprime a la personalidad huésped, permitiendo a Tasya asumir el mando mental y físico. Sin embargo, una creciente inestabilidad mental la descarrilará y la llevará a un forcejeo interno por mantenerse íntegra en el cuerpo invadido.
Brandon Cronenberg, hijo del reconocido David Cronenberg, entrega una obra donde la parte visual es crucial para entender la película. Los diálogos no son lo único que conduce la orquesta, y si uno se duerme y confía sólo en las palabras, ignorando muecas de los actores y omisiones verbales, es posible que al terminar quede un sabor amargo a confusión e insatisfacción. Pero si se está atento a todo lo que ocurre, se toparán con una historia que aunque no revolucione con los temas que toca, sí lo hace con la envoltura que usa para presentarlos, convirtiéndose en un viaje psicodélico, psicológico y agresivo que no provocará indiferencias.
Possessor nos muestra cómo llegamos a mentirnos para reprimir nuestros impulsos más oscuros, esperando a que un agente externo llegue a parasitar nuestra realidad para usarlo de pretexto, para enmascarar y liberar a esa bestia enjaulada cuya existencia nos cuesta aceptar, pero que siempre estará ahí, paciente, alimentándose con voracidad en los rincones más profundos y oscuros.
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