A grandes rasgos, Aniara es sobre una nave destinada a llegar a Marte en tres semanas, la cual parte de una irreconocible Tierra, desfallecida y azotada por catástrofes y guerras. Un inconveniente los obliga a deshacerse de la gasolina y desviarse hacia el infinito sin un destino, esperanzados de que los rescaten o algún cuerpo celeste cambie la trayectoria de la nave mediante su gravedad.
En principio se escucha como algo que ya se ha hecho, pero el filme se concentra más en los problemas que enfrentaría la sociedad actual si un grupo grande de ésta se aventurara a viajar al espacio que tanto se empeña en colonizar. Lo especial de Aniara radica en la manera sutil que nos va llevando a través de las etapas que retratan la decadencia, siendo fácil que pasen desapercibidos los elementos que causan la debacle, pero que si al final uno los recapitula, será más sencillo juntarlos y formar el cuadro completo.
El interior de la nave no escatima en recrear un ambiente de centro comercial donde los departamentos y habitáculos están integrados, la gente recurre a un cuarto que simula imágenes bellas y relajantes para librarse del estrés y huir de los problemas, las religiones fundadas en filosofías no existen, las fiestas y el placer están a la orden del día.. ¿Suena familiar?
Conforme pasa el tiempo y la esperanza se desvanece, los descorazonados empiezan a formar cultos orientados al hedonismo, pero ni esto evita que la desolación y el miedo existencial escale junto con los suicidios que se ciernen sobre la tripulación.
Aniara cuenta con una narrativa espaciada por años, donde la penumbra espacial y la falta de un derruido planeta dejado atrás son más importantes de lo que aparenta en principio. Es una película que sin entrar en los terrenos del terror cósmico de Lovecraft, nos demuestra lo pequeños que somos en el vasto universo y que antes de ir a arruinar otro planeta, debemos poner en orden éste.
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