Entre las tragedias de la vida se encuentra afrontar la pérdida de nuestros seres queridos. En una sociedad como la que vivimos, donde la felicidad debe reinar siempre y el sufrimiento evitado a toda cosa, y donde los vínculos con otros son difíciles de sostener, lidiar con estos momentos terribles puede derivar en episodios que no se superan y que extienden sus tentáculos hacia otras áreas de nuestra vida, oprimiéndonos y entorpeciendo nuestro desempeño diario.
Lamb aborda este tema con su narrativa provista de pocas palabras y contados momentos clave que evidencian el tortuoso pasado que el matrimonio de María e Ingvar son incapaces de superar. La pérdida de su hija los acosa en su vida aislada cerca de las montañas, una vida cuidando ovejas, sin contacto con otros, sin modo de sobrellevar su pena, conteniendo todo el dolor en el claustrofóbico envase que compone su hogar y su rutina diaria, despedazando su unión con parsimonía e integrando esta destrucción a sus actividades cotidianas.
Es en ese punto cuando nace un cordero con una deformación que los hace cruzar las miradas, incrédulos ante lo que presencian... Y desesperados por llenar el vacío que tienen, adoptan a la criatura como un sustituto de su hija perdida, revitalizando su matrimonio, recuperando el tiempo perdido, pero también condenándose a una insana obsesión, una quimera que los ausentará de la realidad.
Los defectos más notorios de la película son los efectos por computadora que dejan qué desear a menudo y, para quienes están acostumbrados a una cadencia narrativa más lenta y contemplativa como ésta, que hay escenas o tramas que pueden ser retiradas y más que afectar el resultado, consolidaría la historia para el momento en que se llega al inesperado y tajante final, que es cuando cae una pesada cascada encima de los personajes y detona el auténtico mensaje detrás de la aparente felicidad que vivían.
Con una buena actuación de Noomi Rapace, interpretando a la taciturna María, estructurada como una leyenda folclórica, y hablada en islandés, Lamb no es una película concentrada en ser de miedo como la han promocionado, es más bien un drama fantástico que se encamina sutilmente hacia un cierre que explora el terror detrás de esos paliativos que nos alejan de los duelos, y que nos recuerda que debemos tener cuidado con lo que deseamos.
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