En nuestra era actual, los medios de comunicación se valen de notas amarillistas para vendernos una imagen catastrófica del mundo, generando más vistas hacia sus páginas y transmisiones. La necesidad que tenemos de procesar esta violencia de afuera y comprenderla debería apaciguarse al recurrir a las historias de ficción, pero por desgracia nos restriegan sin tregua esta visión caótica de la realidad por donde miremos. Ante este presente atroz y un futuro incierto, la solución más práctica para muchos es refugiarse en la nostalgia, en un pasado idealizado donde nuestra atención se encauza hacia los buenos momentos, ignorando los episodios tristes y los infortunios que igual lo plagaron, creándonos una ilusión al decir que "antes estábamos mejor". Last night in Soho es una muestra de cómo esta burbuja se rompe con facilidad cuando ahondamos en nuestra mentira.
Eloise es una chica de campo que se siente muy atraída por los 60s, su estética, su música, el glamur, la vida nocturna, entre más cosas. Cuando recibe una beca para asistir a la escuela de moda en Londres, su abuela le advierte que tenga cuidado con lo abrumadora que puede ser la gran ciudad, porque su madre apenas y soportó ese peso. Al llegar, los dormitorios universitarios le ofrecen una atmósfera desagradable donde no encaja, por lo que decide buscar un departamento donde alojarse y tener su espacio. Es ahí donde la joven, al dormir, será transportada a los 60s para encarnar a Sandie, una mujer muy segura de sí misma que se propone conquistar el estrellato y llegar a la fama. Su obsesión por regresar a ese mundo al tumbarse en la cama hará que Eloise se niegue al presente para retornar a esa época que tanto adora, y entender lo que significó vivir esa década... con todo y las consecuencias que le traerá.
La mancuerna realizada por Eloise (Thomasin McKenzie) y Sandie (Anya Taylor-Joy) es magnífica, las actuaciones de ambas imprimen el drama necesario a la historia, en especial con la pausada evolución hacia el terror que maneja. El director Edgar Wright (conocido por Shaun of the dead, Scott Pilgrim y Baby driver) logra una ambientación atractiva que absorbe con sus colores, sus juegos de espejos y el enigmático entretejido del pasado y el presente.
La historia está bien estructurada, al grado que hay comentarios sutiles al inicio, sin aparente relevancia, que serán importantes al final cuando se revele todo. Aunque este momento es quizás el eslabón débil del filme, pues si bien la resolución no es mala, el modo en que se aborda es un poco hollywoodense, y para cierto sector no hará justicia a la oscuridad del resto de la historia, sin embargo no hay que permitir que este pequeño traspié nos aleje de disfrutar del largometraje como un todo.
Otra sorpresa del 2021 que contribuye a la necesitada resurrección del género del terror como un medio para pensar sobre nuestro mundo y hacia dónde vamos, Last night in Soho es recomendada para los aficionados al cine de Wright o quienes gustan de una narrativa psicológica bien presentada.
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