Arcane (2021) - Cicatrices del progreso

 

Pocas veces se ve una adaptación con un corte tan completo como Arcane, quien no conozca el material original (el juego de eSports, League of Legends) la disfruta sin problema alguno, los jugadores reciben referencias y guiños al por mayor, los personajes son entrañables, la animación es excelsa hasta en los momentos caóticos, la edición al hacer paralelismos combina momentos dramáticos para realzar el sentimiento de dos escenas diferentes... entre otras cosas que valdría la pena mencionar. Si a todo esto sumamos que refleja lo que vivimos en sociedad como seres humanos, nos encontramos ante un producto bien pensado que hace uso de sus diálogos para profundizar en su analogía:

"Esta ciudad se fundó para ser un bastión de ilustración en un mundo que se canibalizó por el poder y el orgullo. Pero lo olvidamos. Relajamos nuestra moral en favor de la comodidad y la conveniencia. Intercambiamos honor por prestigio. Alguna vez fuimos una tribu, ahora somos casas divididas."

El comportamiento del humano se puede deslizar con facilidad hacia esa dirección, la comodidad y conveniencia, el prestigio, el ignorar al otro y concentrarse en lo que reditúa ganancias, es un eterno conflicto interno donde se decide lo que hay que hacer poniendo en balanza los principios y el confort. Así, en una actualidad donde se ha acentuado el concentrarse en uno mismo, y si acaso, en la familia nuclear, nos hemos vuelto casas divididas.

Si bien, Arcane no exagera en llevar esta metáfora a un punto realista, (porque cuál es el objetivo de retratar la realidad exacta en una obra de fantasía, dejaría de ser fantasía y sería infiel al material que adapta), sí da las pautas para usar su historia como una palanca para ver nuestra sociedad y las acciones de ésta. Hay muchas otras tramas que se tejen en esta confrontación entre aferrarse a cómo se hacían las cosas y los peligros que representa adoptar una nueva forma de ver el mundo, planteando cómo el comportamiento humano es el mayor peligro cuando hay un descubrimiento, y no el descubrimiento en sí.

¿Hago esto para demostrar quién soy o por la aprobación de los demás?, ¿qué tanto valen nuestros principios?, ¿quién es el enemigo cuando el mundo entero se nos viene encima?, ¿cuánto comprendemos de lo que hay allá afuera cuando buscamos una solución?, ¿en realidad respetamos al otro con nuestras acciones?, son solo unas de las tantas preguntas que se filtran con sutileza entre los episodios de Arcane mientras desenvuelve su trepidante trama, mostrando simbolismos que invitan a ver más allá del mero entretenimiento cuando se analiza a sus personajes.

La historia comienza con Vi y Powder, unas hermanas que viven en las partes bajas de la ciudad de Piltóver, llevando una vida difícil, pero que no se compara a los engranajes que pondrán en curso cuando les falle un robo silencioso y exacerben los roces entre facciones, destapando un disgusto social que buscaba un pretexto para estallar. En lo alto de Piltóver mientras tanto, Jayce, a quien le invadieron su laboratorio por el grupo de Vi, enfrenta un juicio cuando se descubren los secretos de su investigación, despertando la curiosidad de un sector que no se opone a las blasfemias que desarrollaba a escondidas y que desea romper el tradicionalismo con que se gobierna.

Con una segunda temporada ya planeada, Arcane demuestra en nueve episodios que es posible satisfacer a todo mundo si se pone al personal apropiado a escribir y dirigir; tira por la borda  todas las excusas que los estudios grandes ponen cuando una adaptación fracasa para satisfacer a los fans, o a la audiencia en general.