Huir de un problema es algo que todos han hecho en alguna ocasión. Evadir un conflicto, evitar lastimar al otro, pensar que uno es la raíz del inconveniente, entre otros motivos que sustentan este escape que se ha acentuado en las últimas décadas.
Bajo este contexto se desenvuelve Mieruko-chan, que cuenta la historia de Miko Yotsuya (un nombre conveniente, ya que Miko es el nombre de las sacerdotisas que están en los santuarios shinto y eran vistas como chamanes, y Yotsuya, una clara referencia a Yotsuya Kaidan, la historia de fantasmas más famosa de Japón), una estudiante que ve fantasmas que no paran de cuestionarle si puede verlos, a lo que ella se esfuerza para fingir que no están ahí y hacer todo tipo de malabares para pretender que le son invisibles, igual que para el resto de la gente.
Esta premisa va calando conforme pasan los capítulos, creyendo Miko que es la única con el problema y que nadie la va a entender o creer, haciendo que identificarse con el personaje sea sencillo. Las vistas de los fantasmas van escalando y presentándose en situaciones cada vez más inesperadas, al grado que consume su vida, obligándola a comportarse extraño, refugiarse en el teléfono, paralizarse, meterse en problemas que no debería, y dañar a otras personas... Todo por huir del problema en vez de confrentarlo o hablarlo con alguien.
Ha sido el foco de crítica de un sector encajar a Miko en un molde en exceso racional, donde la gente espera que a la primera señal de alarma, sea pragmática y busque cómo solventarlo. Y así sería, si fueramos racionales hasta el paroxismo, pero olvidan un factor que se entromete y al cual todos estamos sometidos, nuestra humanidad. No hay nada más complejo que el modo de pensar de una persona, así como las múltiples aristas que se involucran en el día a día y dan forma a cómo atacamos los problemas, lo que provoca un abanico muy amplio en cómo cada quién zanja los obstáculos.
La serie igual lidia con otro punto importante en nuestras vidas, los dones y las maldiciones. Aceptar que los dones y habilidades que tenemos también puede ser fuente de maldiciones, y viceversa, es complicado. Miko pasa en los primeros capítulos por un momento así, donde encuentra en su maldición un modo de beneficiar a otros. Son estos momentos los que enseñan que esa parte nuestra que consideramos una desgracia, de modo involuntario o indirecto, pueden tener una enseñanza que mejora nuestra persona y el uso que le demos a esa maldición, solo que solemos ensimismarnos tanto, que es difícil entontrar siquiera el ángulo para reconocer esto.
Lo que es destacable también es cómo consigue mezclar los momentos de comedia y terror, que a pesar de ser dos géneros que se han combinado antes por complementarse y proveer alivio ante momentos de tensión, agregan una variable que parecía imposible integrar sin romper la armonía, una que suele reducir el nivel de seriedad de muchas series de ánime, pero acá consiguen introducirlo sin menoscabar la atmósfera, el fan service. Las tomas de ropa interior, ángulos sugestivos y desnudos están a la orden del día, pero el modo en que se maneja ayuda a contrarrestar la actitud sombría de Miko en ciertas escenas, así como dar un toque particular a las apariciones espectrales.
El motivo por el que el fan service funciona es porque alude a la corriente japonesa que tuvo su apogeo en el período Taisho, el ero-guro nansensu, que en la actualidad se ha relacionado con exceso de visceras, gore y violencia. A pesar de que el nuevo ero-guro conserva la esencia del original, que es usar una combinación de lo erótico, grotesco y absurdo, para dar un mensaje, ha subido en demasía la vara respecto a cómo era en sus inicios. Dichos inicios recuerdan más a Mieruko-chan, solo que adaptado en nuestros tiempos, lo cual explica por qué que encajan las piezas a pesar de parecer tan dispares.
Una exploración de nuestra humanidad que fue adaptada del manga, Mieruko-chan, que es un juego de palabras que incluye el nombre de Miko y el verbo ver en japonés, es una serie a la que vale la pena darle una oportunidad y ver cómo a lo largo de 12 episodios (que a pesar de que el arco termina, da a entender que la adaptación al anime puede continuar) Miko lidia con los espectros que acechan su vida, y cómo va aprendiendo de ello.
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