La oscuridad casi siempre funciona como el simbolismo de lo apagado, lo derrotado, la muerte, lo que ha perdido la chispa para seguir adelante, en tanto la luz es la vida, el triunfo, lo que no baja la cabeza ante la desgracia y se mueve al frente. Este principio es aplicado a Stray y su mundo de penumbras plagado con luz artificial.
La historia empieza cuando el gato está paseando con sus compañeros en un ambiente soleado y abandonado por la civilización, donde la flora ha reclamado el terreno como suyo y la fauna campa a sus anchas sin intervención humana. Sin embargo, el gato no mide bien un salto y resbala hacia una garganta oscura que lo engulle y deposita en un lugar contrario al que habitaba momentos atrás; la naturaleza apenas asoma con timidez, se huele la fetidez de la desolación, los sonidos aislados causan desconcierto, y el sol ya no alcanza a acariciar el suelo. Aquí reinan robots que simulan el comportamiento humano, donde la vida mamífera es ajena, y es algo que no se ha visto en mucho tiempo, tiempo en que los ancestros humanos habitaron ese refugio también. El gatito encuentra eventualmente un dron que está dispuesto a ayudarlo para regresar arriba, pero el camino no es tan simple, pues no tan solo deben superar a los temibles zurk, que despachan toda vida, sea artificial o biológica, también hay que atravesar otras amenazas que pondrán en peligro sus existencias.
En este subsuelo, tenemos seres privados de la luz del sol, metidos en rutinas que se han prolongado por tiempos indefinidos, acostumbrados a guardarse, cobijados por la falsa calidez de su alumbrado artificial, etiquetando de insubordinación y casi locura a quienes buscan llegar arriba. ¿Y no es así para ciertos sectores hoy en día? Gente que se niega a salir de su zona de confort y se aferra a las "bondades" de la tecnología, repitiendo la rutina como si estuviera programada con cincel en su cerebro, negando el amenazante exterior, la luz que cegaría sus pupilas si abandonaran esa oscuridad, que se vuelve tolerable al ser mitigada por la luz de los aparatos electrónicos. Tiene que ser un agente externo quien rompa ese mundo frío y tecnológico, en este caso, un gato, un animal que representa la independencia y la curiosidad por explorar más allá. Junto a su amigo dron, esta unión de lo externo y lo interno, la luz y la sombra, lo que está arriba y lo que se esconde abajo, demostrará lo que es posible lograr trabajando en equilibrio.
Stray tiene características cyberpunk, no solo por su estética de luces neón, oscuridad, una ciudad marchita y un modo de vida que deja qué desear, sino porque también explora la opresión en la sociedad y la respuesta de un individuo que rompe el molde al querer marcar la diferencia. El juego es engañoso en un principio, pues uno imagina que trata solo sobre un gato añorando alcanzar el exterior y pasando peripecias para conseguirlo, pero conforme avanza y se llega a otros lugares, florecen varios temas que son digno de integrar a su folclore, el cual, como muchos juegos de este tipo optan por manejar, se encuentra disperso entre comentarios, letreros, charlas ocasionales y observar el ambiente, dando una narrativa simple en su superficie pero con muchos detalles de fondo.
Con una historia emotiva, un protagonista adorable que captura a la perfección la naturaleza de los mininos, y un par de pequeñas sorpresas en los capítulos, Stray es un juego que dura alrededor de 4 horas si solo se busca acabarlo, pero se expande a 6-8 si hay interés por conocer más y escarbar en cada rincón para aprovecharlo al máximo; querer evaluarlo solo por su duración sería injusto, ya que estamos ante una obra que destaca por el concepto, por la experiencia que ofrece, y a la cual, alargarla para cumplir estándares hubiera arruinado el resultado.