Desde que en 1764 se publicara la primera novela hecha con el propósito de asustar, el castillo de Otranto, las construcciones han fungido como un simbolismo del estado mental de los personajes principales. Es así que, cuando tenemos una casa deteriorada, fracturada, cayéndose a pedazos o mal construida, es casi seguro que ésto será un reflejo de la psique de los protagonistas.
The house de Netflix son tres historias sobre el comportamiento humano y su relación con el hogar, desarrollándose en un ambiente donde conviven lo bello y lo grotesco en un equilibrio que pocas veces se alcanza. La antología usa diversos simbolismos, mostrándonos con ellos cómo podemos ser atrapados por el sueño de la comodidad y modernismo para olvidar otros aspectos de nuestras vidas, perder los cimientos con la realidad por aparentar ser alguien diferente, y aferrarnos a un pasado por temer a la incertidumbre del futuro.
Hecha mediante stop-motion, estas historias que se sitúan en pasado, presente y futuro, pueden parecer raras en un principio, oníricas y dantescas, pero cuando se comparan los acontecimientos del protagonista en turno con lo que la casa transmite (ya que ésta será una importante protagonista en cada metraje), se entreteje un mensaje visual y textual para dar una narrativa más cohesiva.
Cada capítulo inicia y es identificado, con una frase.
Y se escucha dentro, se teje una mentira - Una familia del siglo XIX que vive en una casa modesta acepta el trato de un arquitecto que propone construirles una vivienda más grande, el costo es renunciar a sus vidas y a todo lo que eran. Acá la casa funciona como un lujoso laberinto que no tiene consistencia y es modificado sin parar, encerrando a los protagonistas, hipnotizándolos con sus bienes materiales y evitando a toda costa que accedan al pasado. De los tres, éste es el más oscuro y terrorífico, matizado a la perfección el juego de luces y sombras de cada pasillo, así como la tensión de no saber qué acecha en cada parte del hogar.
Entonces se pierde la verdad que no puede ganarse - ya en el presente, acá se narra cómo un ratón contratrista busca terminar las renovaciones de una casa y hacer todo lo posible por venderla, pues augura le traerá muchas ganancias, y lo librará de apuros económicos y constantes llamadas bancarias. Una historia simple en principio, pero que adquiere interés cuando se compara cómo evolucionan el frágil estado mental del protagonista y una infestación de bichos del lugar, así como lo simple de un sótano que solo él habita y el estrés ocasionado por los niveles superiores, accesibles para todo mundo. Ésta es más un slow-burn que va creciendo en intensidad hasta el final que no deja indiferente.
Vuelve a escuchar y busca el sol - ambientada en un futuro donde hay inundaciones, acá tenemos a una gata, que se esfuerza por mantener en buen estado una casa desvencijada y rodeada por agua, viviendo con dos inquilinos que no le pagan la renta con dinero (sino con comida y accesorios contra las malas vibras), lo que impide reparar el lugar al que la protagonista tanto se aferra. Esta historia es la que tiene más tiene de drama, siendo la casa el reflejo de un pasado que no volverá y que es necesario seguir adelante en vez de solo parchar lo que ya fue.
A pesar de que el modo en que integraron la figura de la casa como entidad narrativa es algo que ya se ha hecho antes, la exquisita y cuidada animación, y la variedad de tonos en cada capítulo, convierte a The house en una excelente propuesta, y un buen ejercicio analítico, que permite explorar tres maneras de abordar en la ficción al hogar como figura del deterioro de la mente.
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